
¿Qué es y para qué sirve?
La zona de confort es un estado psicológico que genera una sensación de seguridad y comodidad cuando una persona está habituada a un entorno, comportamiento o rutinas cotidianas.
La probabilidad de experimentar estrés disminuye cuando nos encontramos dentro de este espacio, ya que evita cualquier riesgo o situación desconocida. No obstante, esto puede resultar también en una falta de oportunidades a la hora de aprender y desarrollar habilidades o destrezas, pues no existe ninguna necesidad.
La zona de confort ha sido desarrollada como un mecanismo de defensa a lo largo de la evolución. Es útil para protegernos de situaciones potencialmente peligrosas o estresantes. Mantenernos dentro del espacio conocido minimiza la exposición a lo desconocido, lo cual ha sido crucial para nuestra supervivencia como especie.
Sin embargo, la evolución implica la adaptación al ambiente cambiante para sobrevivir. Las zonas de confort pueden tener efectos perjudiciales tanto por exceso como por defecto. Quedarnos en nuestra zona de confort de manera indefinida puede llevarnos a consecuencias negativas personales y profesionales. Si permanecemos en ella durante demasiado tiempo, puede convertirse en una barrera para nuestro crecimiento y desarrollo.
¿Por qué cuesta tanto salir?
Hay momentos en la vida en los que mantenernos dentro de una zona de confort es beneficioso y hasta necesario, lo cual aporta a que salir de ella sea tan retador: un espacio predecible ofrece numerosas facilidades.
Podríamos mencionar la vagancia u holgazanería, pero en muchos casos, es el miedo lo que dificulta salir de las comodidades que ofrece una zona de confort. Enfrentarse a lo desconocido conlleva un riesgo de fracaso, fomentando nuestros peores temores y disparando nuestra ansiedad.

Salir de ella implica perder el control. Es precisamente esa necesidad de control la que a veces nos impide dar el paso para abandonar un lugar que ya no puede aportarnos lo que necesitamos realmente. Lo desconocido es impr
edecible, lo que crea una resistencia natural a abandonar lo familiar, solo para intercambiarlo por este miedo a la incertidumbre.
Por otro lado, las rutinas generan una sensación de seguridad y estabilidad, por lo que romperlas puede ser desconcertante. Este apego a nuestros hábitos es otro de los motivos que nos hacen quedarnos en espacios donde ya no podemos avanzar.
¿Cómo nos impacta?
El impacto positivo está relacionado con la reducción del estrés y la ansiedad. La zona de confort proporciona una sensación de estabilidad que puede ser fundamental en momentos de la vida donde necesitamos equilibrio: después de una experiencia estresante, un período de mucho trabajo, una crisis personal o en momentos de incertidumbre, puede ser esencial para la recuperación y el descanso tanto físico como mental, así como proporcionar estabilidad emocional para enfrentar desafíos.
En otros casos, ofrece un espacio donde se pueden mantener y disfrutar los logros ya alcanzados sin la presión constante de tener que avanzar reforzando lo que hemos conseguido.

Al permanecer en la zona de confort, evitamos situaciones desconocidas que pueden generar ansiedad. Esto permite mantener un estado de tranquilidad y estabilidad emocional. En este espacio, sentimos seguridad porque conocemos bien el entorno y nuestras capacidades. Dicha familiaridad puede reforzar nuestra confianza en lo que hacemos, especialmente en tareas rutinarias, aumentando nuestra seguridad y confianza.
Al repetir tareas familiares, podemos realizarlas de manera cada vez más eficiente. Esta práctica útil en entornos académicos o laborales donde la repetición y la especialización en una tarea específica son necesarias.
Sin embargo, evitar desafíos y nuevas experiencias nos puede llevar al estancamiento personal y profesional, impidiendo nuestro propio desarrollo: no desarrollamos nuevas habilidades, no adquirimos conocimientos adicionales y no mejoramos nuestras capacidades. A largo plazo, esto nos impide avanzar en nuestra carrera y objetivos personales. El no salir de nuestra zona de confort nos lleva a la pérdida de oportunidades y a no tener confianza en nuestras capacidades y habilidades para manejar desafíos.

Una zona de confort puede hacer que rechacemos o ni siquiera consideremos ofertas o planes que podrían ser beneficiosos. Este miedo al cambio o a lo desconocido puede privarnos de vivir experiencias formativas y beneficiosas. A largo plazo, la rutina y la falta de nuevos estímulos pueden llevar a una vida monótona y aburrida generando una sensación de insatisfacción y desmotivación.
El crecimiento personal ocurre cuando enfrentamos y superamos obstáculos. Permanecer en este espacio significa que no estamos desafiando nuestras limitaciones ni expandiendo nuestras habilidades, lo que resulta en una falta de desarrollo emocional e intelectual.
La zona de confort puede convertirse en una especie de trampa, donde la comodidad se convierte en la máxima prioridad. Favoreciendo evitar cualquier situación que implique un riesgo, incluso si las recompensas potenciales son grandes. Esta dependencia a las comodidades de lo predecible puede ser la prisión de nuestra propia identidad.
Crecer más allá
Ampliar nuestra zona de confort es un paso fundamental para el crecimiento personal y profesional. Aunque salir de ella puede ser un reto abrumador, los beneficios de enfrentar desafíos y buscar nuevas experiencias desde una conciencia plena siempre nos ayudan a crecer.
Te compartimos algunos enfoques y estrategias que te pueden ayudar en este tránsito:
La exposición gradual: enfrentarnos poco a poco a situaciones que nos generan incomodidad, en lugar de lanzarnos de golpe. Comienza por establecer metas pequeñas y alcanzables.
Imagina que tienes miedo a hablar en público. En lugar de empezar con una gran audiencia puedes comenzar hablando frente a un pequeño grupo de amistades o familiares para acostumbrarte al desafío, reduciendo el miedo y ampliando tu zona de confort de manera controlada.

Aprende a conocerte: si quieres salir de la zona de confort es necesario que sepas quién eres, lo que te gusta y que pases tiempo contigo.
Empieza explorando tus aficiones: ¿hay alguna habilidad que quieras aprender? o ¿te interesa o ampliar tus conexiones sociales. Prueba a cambiar tu rutina. Introduce pequeños cambios como tomar una ruta diferente al trabajo o intentar un nuevo hobby. Esto te ayudará a acostumbrarte a la novedad y a la incertidumbre.
Cambia la manera de ver el miedo: modificar nuestra interpretación de la situación puede desafiarnos a responder diferente.
El miedo de salir de nuestra zona de confort viene de pensamientos como «voy a fallar» o «no soy suficiente». Para reconducir estos pensamientos podemos empezar por poner a prueba cómo sería vivir con los mensajes contrarios. ¿Qué le dirías a otra persona si te compartiera estos pensamientos?
Acepta el aprendizaje como un continuo: el crecimiento nunca termina
Ampliar la zona de confort no es algo que se haga una sola vez y listo. Es un proceso continuo. Entender cada nuevo desafío como una oportunidad en lugar de un obstáculo puede ayudarte a mantener una mentalidad de crecimiento. Al fin y al cabo, nuestras habilidades y talentos se desarollan a través de nuestro esfuerzo y perseverancia.
Acepta el miedo, pero no te detengas: En lugar de castigarte por no hacerlo perfectamente, reconoce que cometemos errores y que son parte del proceso de aprendizaje.
Practicar la autocompasión implica ser amable contigo cuando enfrentas un desafío o cometes un error. Esta práctica también reduce el miedo al fracaso y te permite enfrentar nuevas experiencias con más tranquilidad. El miedo es una reacción normal cuando se sale de la zona de confort. Aprende a reconocerlo, pero no permitas que te paralice.

Desarrolla tu focalización sensorial: a través de la visualización puedes concentrarte en lo que necesites.
Imagínate en la situación que desees, afrontando algún acontecimiento personal que te resulte desafiante. Antes de enfrentarte a algo que te saque de tu zona de confort, dedica unos minutos a cerrar los ojos y centrarte en cómo te sientes en este momento cuando piensas en haber conquistado ese desafío.
Acumula confianza poco a poco: las pequeñas victorias son esenciales para mejorar nuestra confianza. Cada vez que logras algo que te saca de tu zona de confort, por pequeño que sea, es importante reconocerlo y celebrarlo.
Estas victorias se acumulan y, con el tiempo, te hacen sentir más capaz de enfrentar desafíos más grandes. Si tienes miedo de iniciar una conversación, comienza simplemente saludando a alguien antes de comenzar a hablar. Puedes ir incrementando poco a poco la dificultad de los desafíos. Es importante considerar tus logros anteriores, reflexionando sobre momentos en los que saliste de tu zona de confort y las cosas positivas que sucedieron. Esto puede darte la confianza necesaria para seguir avanzando.
Rodéate de un círculo social cercano: el apoyo social es fundamental para salir de la zona de confort.
Busca personas que te apoyen y te animen a crecer, desde amistades, familiares o alguna otra persona haya pasado por lo que tú estás enfrentando. Saber que tienes a alguien que te respalda y que cree en ti puede darte el valor necesario para dar ese paso hacia lo desconocido. De hecho, estar cerca de personas que desafían sus propios límites puede motivarte a hacer lo mismo.
En Proyecto Kintsugi trabajamos diariamente para hacer la psicología más cercana y accesible para cualquier persona. Contamos con diferentes profesionales de la psicología con especialides y experiencia para atender cada una tus necesidades.
María Gálvez
Psicóloga general sanitaria
Comments