El 24 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación. Esta efeméride destaca el papel fundamental de la educación en la construcción de la paz y el desarrollo. La educación es un derecho humano fundamental que impulsa el desarrollo sostenible, tanto de nuestro entorno como hacia nuestra propia persona.

Educación y salud mental
Impacto e importancia de la educación en la salud mental
El impacto de la educación comienza desarrollando la capacidad de entender y procesar información para ayudar a reducir la incertidumbre y el miedo. Esta proporciona herramientas y estrategias para manejar el estrés y la ansiedad mediante el razonamiento para la resolución de problemas.
No obstante, la influencia de la salud mental en el ámbito de la educación va más allá, abarcando el desarrollo de las habilidades sociales. La interacción en entornos educativos fomenta estas habilidades, cruciales para mantener relaciones saludables. En este sentido, ayuda a las personas a descubrir sus fortalezas y debilidades, promoviendo una sensación de logro y autoconfianza, fomentando el autoconocimiento, una coherencia con su comportamiento y las relaciones con otras personas.
De hecho, la educación desde una edad temprana es un factor importante en la prevención de trastornos de salud mental, así como en la detección de síntomas antes de su cronificación. Existen programas de concienciación que abordan la salud mental, ayudando a reconocer los signos y síntomas relevantes para buscar ayuda profesional.
Algunos centros escolares implementan actividades de prevención mediante la formación del personal educativo, capacitándolo para reconocer los signos tempranos de problemas de salud mental y saber cómo actuar.
Al fomentar una cultura de apertura y aceptación mediante una mayor información sobre estas condiciones, la educación ayuda a desestigmatizar a quienes sufren una enfermedad mental, reduciendo los prejuicios asociados a los problemas de salud mental.

Las evaluaciones regulares del bienestar emocional de estudiantes, junto con servicios de orientación escolar, son algunas de las herramientas educativas disponibles para ofrecer apoyo individual y grupal. Un ambiente escolar saludable es fundamental para la prevención en salud mental, haciendo frente a la discriminación mediante la promoción de un entorno positivo donde se valoren la empatía, el respeto y el apoyo mutuo.
Por esta razón, son igualmente importantes las normativas y protocolos contra el acoso escolar, la concienciación del alumnado y la comunidad educativa, así como la participación de la familia.
La educación como herramienta
La educación como herramienta para combatir la discriminación y promover una autoestima sana
La educación no solo transmite conocimientos académicos, sino que también inculca valores fundamentales. La información otorga poder de decisión a través de la comprensión. La inclusión de historias y culturas diversas en las lecciones permite que los estudiantes entiendan y valoren las diferencias naturalmente.
La normalización requiere repetición constante hasta convertirse en rutina, aunque no todas las conductas saludables se normalizan con facilidad, mientras que algunas no saludables pueden arraigarse rápidamente.
Es fundamental enfatizar la enseñanza sobre derechos humanos e igualdad para fomentar el respeto universal. Esto comienza por sensibilizar sobre las desigualdades, promover el respeto por la diversidad y combatir la discriminación basada en raza, género, orientación sexual, creencias espirituales o cualquier otra característica.
Las medidas de sensibilización incluyen actividades que simulan situaciones de discriminación, ayudando a desarrollar la empatía. Las discusiones abiertas sobre estos temas permiten reflexionar sobre prejuicios y actitudes personales, creando espacios seguros para el diálogo. La promoción de la inclusión requiere una actitud de tolerancia cero hacia la discriminación, construyendo un entorno que celebre la diversidad.

Al proporcionar conocimientos y habilidades, la educación nos empodera y fomenta tanto el amor propio como hacia las demás personas, ayudando a construir una identidad positiva basada en el conocimiento y la autoaceptación. Un aspecto esencial de la educación es reconocer y valorar nuestras fortalezas, celebrando los logros grandes o pequeños, y ayudando a identificar y apreciar talentos únicos.
El desarrollo de habilidades sociales para la comunicación efectiva y la resolución de conflictos mejora nuestras relaciones interpersonales. Los contextos escolares de trabajo en equipo y cooperación fortalecen el sentido de pertenencia y la autoconfianza.
La educación actúa como un soporte emocional gracias a sus agentes implicados, facilitando el acceso a psicólogos escolares que apoyan a los estudiantes con sus desafíos personales y emocionales, creando un ambiente donde puedan expresarse libremente sin temor a ser juzgados. El espacio de educación socioemocional se potencia desde el orientador hasta el cuerpo docente, especialmente en las aulas mediante la autoexpresión creativa.
El fomento de actividades artísticas, musicales y literarias permite a los estudiantes expresar sus emociones y desarrollar una identidad positiva, funcionando como protección contra el acoso escolar al crear entornos más seguros y saludables.
El temor a lo desconocido
¿Por qué tememos a lo desconocido o lo que no entendemos?
Es un fenómeno común con profundas raíces evolutivas que ayudó a nuestros ancestros a evitar peligros potenciales, aunque no necesariamente nos sirve en el presente.
La ansiedad es un claro ejemplo, surgiendo de la incertidumbre y la falta de información sobre el futuro. Nuestro cerebro busca patrones y previsibilidad para sentirse seguro, pues este temor es fundamentalmente una respuesta de supervivencia. Históricamente, lo desconocido siempre ha representado un potencial peligro.

Las situaciones nuevas, los entornos desconocidos, los animales extraños o las personas ajenas al grupo habutual podían suponer una amenaza real. Por ello, el miedo a lo desconocido funcionaba como un mecanismo de protección que nos mantenía a salvo.
Este miedo también se relaciona con el temor al fracaso o a no cumplir expectativas. Si bien tiene una base evolutiva, está igualmente moldeado por influencias culturales.
Desde temprana edad, aprendemos a temer o tener cautela con aquello que no entendemos. Nuestras experiencias negativas con situaciones nuevas o desconocidas pueden reforzar este temor, creando un ciclo que intensifica nuestra aprensión. Esta tendencia nos lleva a adoptar un enfoque conservador, donde preferimos aferrarnos a lo conocido en lugar de explorar nuevas perspectivas.
Sin embargo, este mismo impulso también puede despertar la curiosidad y el deseo de aprender. La necesidad de comprender y reducir la incertidumbre ha motivado a la humanidad a explorar, investigar y expandir su conocimiento, convirtiéndose en un catalizador para la educación y el descubrimiento.
Tipos de inteligencia
Todas las personas tenemos la capacidad de aprender, evolucionar y educarnos
Existen diferentes tipos de inteligencia. Aunque los seres humanos poseemos una sensibilidad especial, todo ser vivo tiene la capacidad de aprender. Desde las plantas, que aprenden cuál es la dirección más ventajosa de crecimiento según la disponibilidad de nutrientes, hasta los pequeños invertebrados como las cigarras, que responden a los cambios de estación condicionando la salida de sus crisálidas.
En el caso de los seres humanos, podemos evolucionar, aprender y adquirir conocimiento tanto de forma práctica como teórica. Tenemos la capacidad de trascender nuestro código genético y dejar a nuestro paso un legado de conocimiento.

Todas las personas poseen esta capacidad, pero las maneras y el ritmo en que se manifiesta pueden variar significativamente. Más allá de la conocida «plasticidad cerebral» que hemos escuchado tanto, el acceso a la educación es el método humano más desarrollado.
El entorno en el que una persona crece tiene un gran impacto en su aprendizaje: el acceso a recursos educativos, el apoyo social y un ambiente que fomente la curiosidad son cruciales para el desarrollo de las habilidades cognitivas. Las creencias culturales y familiares juegan un papel importante. Si bien la curiosidad y el deseo de aprender por placer son innatas e impulsan el crecimiento personal, es más probable que las personas desarrollen sus capacidades de aprendizaje en un entorno que valora y fomenta la educación.
La capacidad de superar desafíos y persistir ante las dificultades es fundamental en la evolución personal. Todos los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a nuevas circunstancias y aprender de nuestras experiencias. Esta adaptabilidad es lo que ha permitido a la humanidad sobrevivir y prosperar en diversos entornos a lo largo de la historia. Las personas con alta resiliencia tienden a aprender y evolucionar más, pues no se rinden ante los obstáculos.
Aunque la velocidad y facilidad del aprendizaje pueden variar con la edad, las personas pueden seguir aprendiendo durante toda su vida. La educación no se limita a la niñez o juventud; los adultos también pueden adquirir nuevas habilidades y conocimientos.
No todas las personas aprenden de la misma manera: algunas prefieren el aprendizaje visual, otras el auditivo o el kinestésico. Reconocer y aprovechar estos diferentes estilos puede ayudar a maximizar el potencial de cada individuo.
A pesar de que tenemos la capacidad de aprender, algunos factores pueden dificultar el proceso: vivir en condiciones de pobreza con falta de acceso a una educación de calidad y oportunidades, una salud mental deteriorada y ciertas discapacidades pueden limitar las oportunidades de aprendizaje. Sin embargo, con el apoyo adecuado, podemos superar desafíos y desarrollar nuestras capacidades.
Aprendizaje y reaprendizaje
Deconstrucción y reemplazo de paradigmas
Con el tiempo, a veces nos damos cuenta de que lo aprendido puede ser insuficiente, incorrecto o necesita ajustes ante nuevas realidades. Este reconocimiento surge a través de experiencias directas, nuevos conocimientos o cambios en nuestro entorno.
El reaprendizaje implica deconstruir conocimientos previos para modificar nuestros hábitos. Este proceso puede ser desafiante, pues requiere revisar lo que hemos dado por sentado. Implica integrar nueva información, ajustando y reorganizando nuestro conocimiento previo, transformando así nuestras perspectivas y competencias.

Con práctica constante, el nuevo conocimiento se automatiza, permitiéndonos utilizarlo de manera fluida y natural. Al reflexionar sobre qué y cómo hemos aprendido, desarrollamos la capacidad de pensar sobre nuestro propio proceso de aprendizaje y su aplicación futura.
El aprendizaje y el reaprendizaje son procesos dinámicos que requieren ajustes continuos ante nuevas experiencias y conocimientos. Están influenciados por factores cognitivos, emocionales y sociales, y necesitan tanto disposición para aprender como capacidad de reflexión y adaptación. Esta flexibilidad es fundamental para nuestro crecimiento personal y profesional.
Las emociones juegan un papel crucial en este proceso. La frustración, la satisfacción y el miedo al fracaso pueden tanto impulsar como obstaculizar nuestro aprendizaje y reaprendizaje. Superar las dificultades es especialmente importante en el reaprendizaje, que implica desafíos como abandonar viejos hábitos o corregir ideas erróneas. La confianza en nuestra capacidad para aprender y adaptarnos es esencial para perseverar. En este camino, desarrollamos no solo conocimientos y habilidades, sino también una mayor comprensión de nuestra personalidad resiliencia.
Si has estado pensando en cómo dar el paso para cambiar viejos hábitos o patrones que ya no te sirven, recuerda que desde Proyecto Kintsugi estamos para acompañarte.
María Gálvez
Psicóloga general sanitaria
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