top of page

La paradoja de la tolerancia

  • Foto del escritor: Estrellita Taína García Jiménez
    Estrellita Taína García Jiménez
  • 21 may
  • 6 Min. de lectura

Algunas personas deciden vivir su vida enfocándose en problemas y circunstancias ajenas en lugar de las propias. En cambio, otras personas se centran en exceso en sus propias cuestiones. Ningún extremo nos permite una buena calidad o una armonía, ya sea individual o con quienes nos rodean.




¿Qué es?

Presentada por el filósofo, sociólogo y científico teórico Karl Popper, la paradoja de la tolerancia plantea que si una sociedad es ilimitadamente tolerante, incluso con quienes que son intolerantes, el grupo intolerante podría acabar imponiendo la intolerancia y destruyendo totalmente la tolerancia⁠⁠.

Este concepto puede aplicarse a una libertad de opinión que llega al extremo de permitirlo todo. Todas las personas necesitamos límites, normas y una red que nos sostenga de alguna forma. Conocer cuáles son los márgenes aceptables en las relaciones personales en interpersonales nos permite tomar decisiones en base, tanto a nuestra propia comodidad, como a aquellos aspectos que no nos sirven personalmente.

Desde esta paradoja, para mantener una sociedad tolerante, es necesario ser intolerante con la intolerancia. Si una sociedad permite la intolerancia sin límites, los actores intolerantes pueden llegar a destruir a los tolerantes y a la sociedad en general. Este discurso puede ser relevante de distintas maneras, sobre todo cuando se enfrenta la influencia de personas o entornos con actitudes negativas, destructivas o abusivas. Plantea que tolerar comportamientos perjudiciales tiene consecuencias negativas para el bienestar mental, emocional e incluso físico del paciente, así como para el propio tejido social.

En el contexto de la salud mental, se pueden apreciar varias formas en las que esta paradoja afecta a pacientes:

  1. Límites en relaciones tóxicas: Para personas que tratan de ser «tolerantes» con personas en sus vidas que exhiben actitudes controladoras, abusivas o irrespetuosas, permitir estas actitudes sin establecer límites puede dañar su autoestima, su estabilidad emocional y física. El desafío consiste en aprender a ser «intolerante» con conductas dañinas. Es decir: aprender a establecer y reforzar límites saludables.

  2. Autocuidado sin culpa: Muchas personas tienen dificultades para decir «no» o para defender sus propias necesidades por miedo a ser percibidas como intolerantes o egoístas. Poner límites firmes no es un acto de egoísmo, sino de autocuidado y respeto propio. Al aprender a protegerte de conductas abusivas, puedes reducir tu estrés y fortalecer su autoestima.

  3. Manejo de influencias externas negativas: En un contexto donde te rodean influencias o creencias no saludables (por ejemplo: en grupos en los cuales se han normalizado comportamientos autodestructivos), ser tolerante hacia esas influencias puede llevar a adoptar actitudes o conductas perjudiciales. Aprender construir un frente asertivo en este sentido significa reconocer y rechazar estas influencias para proteger tu bienestar.

  4. Respeto a los propios valores: A veces, las personas pueden sentirse presionadas a aceptar puntos de vista o comportamientos con los que no están de acuerdo, solo por mantener la paz. En lugar de aceptar pasivamente estas actitudes, es válido y saludable rechazar aquello que va en contra de tus propios valores y principios, siempre que lo hagas de manera respetuosa.

La paradoja de la tolerancia resalta la importancia de no tolerar actitudes o conductas que afectan negativamente su integridad. Ser «intolerante» con el abuso, la manipulación o las relaciones dañinas es una forma de protegerse, mantener una salud mental equilibrada y un entorno seguro.


Ejemplos prácticos

Si recordamos el programa de «Hermano Mayor», vemos cómo podría funcionar en situaciones donde un mentor intenta poner límites a conductas abusivas o violentas de jóvenes con problemas de conducta y de gestión emocional debido a una elevada agresividad.

En este ejemplo, la paradoja de la tolerancia surge porque el mentor (como Pedro García Aguado) necesita ser intolerante hacia la violencia y las conductas destructivas que muestran algunos de los jóvenes. Si el mentor fuera completamente tolerante, permitiría que los jóvenes actuaran de manera violenta o destructiva, lo cual dañaría a sus familias y les impediría progresar y cambiar.

Para lograr un entorno familiar funcional y respetuoso, el mentor impone límites estrictos, siendo «intolerante» con los comportamientos dañinos de los jóvenes, como una forma de guiarlos hacia la autorregulación y el respeto hacia los demás. Este caso resalta cómo en ciertos contextos, es necesario establecer límites claros a la intolerancia o violencia para que un ambiente pueda prosperar en armonía.

Por otro lado, esta paradoja puede aplicarse también a otras situaciones cotidianas como el uso de las redes sociales. Desde Instagram a X, donde los debates entre usuarios de algunos sectores a veces logran imponer ideas intolerantes o discriminatorias.

El padre de esta paradoja nos señalaría, que permitir que personas intolerantes promuevan sus ideas sin restricciones, acaba convenciendo a más gente para que acepte esta mentalidad, imponiendo exitosamente ideas dogmáticas. Con el tiempo, esa intolerancia podría volverse tan fuerte que terminaría eliminando la libertad y la tolerancia originales de la sociedad.

Es por esto que, desde esta paradoja se recomienda no dejar que las ideas intolerantes crezcan y se apoderen de la sociedad. Esto significa que debemos limitar nuestra capacidad de tolerancia como sociedad con el objetievo de priorizar el bien común y una sociedad donde todas las personas sean libres y respetadas. En otras palabras, en algunos casos limitar la tolerancia es proteger la libertad. Debemos ser intolerantes con quienes quieren acabar con esa misma libertad.

Estas palabras poseen una parte de razón, y es que no se puede permitir todo y a cualquier precio. Los límites también son una expresión de amor y de cuidados en nuestras relaciones, tolerarlo todo cuando no estás de acuerdo te hace daño a ti y a otras personas.

 

Los límites de la tolerancia

¿Libertad de expresión o discurso de odio?

Quizás no conocías este concepto, pero ya has visto cómo la paradoja de la tolerancia influye en nuestras vidas personales y profesionales. Aquellas profesiones que requieren el trato continuo con otras personas son uno de los sectores donde los límites de la tolerancia pueden presentar mayores desafíos.

En concreto, afecta profundamente a los profesionales de la salud mental, quienes a menudo enfrentamos el desafío de ayudar a gestionar creencias, actitudes, o comportamientos potencialmente dañinos o intolerantes. Esta paradoja se pone a prueba cuando la tolerancia de ciertos pensamientos o conductas podrían promover actitudes negativas o incluso poner en riesgo el bienestar de otras personas o del propio profesional.

A diferencia de las entidades religiosas, aunque ambas comparten un compromiso de confidencialidad, existen diferencias entre el secreto de confesión y el de privacidad profesional. Los profesionales en salud mental seguimos un código deontológico regulado por las normas legales del país donde ejercemos. Es decir, cuando alguien exprese la posibilidad de hacerse daño a sí o a otras personas con un alto grado de peligrosidad, debemos informar a las autoridades competentes.

Para diferenciar esta delgada línea entre lo saludable y lo perjudicial, al igual que ocurre con los intentos de suicidio o autolesión, el discurso de una persona tiene diferentes escalas de intolerancia o discriminación.

El espacio terapéutico debe ser un lugar seguro, pero eso no significa que todo valga o que no existan límites en la relación terapéutica para favorecer un buen ambiente en la relación paciente-profesional. En consulta, no es extraño hablar sobre nuestros propios prejuicios, desde la expresión de actitudes xenófobas, misóginas o de odio hacia ciertos grupos. Aquí, la paradoja de la tolerancia entra en juego porque es tarea de quien imparte la terapia encontrar la forma de trabajar con su paciente sin validar o permitir que esos sentimientos y actitudes afecten el proceso terapéutico.

La tolerancia sin límites hacia tales actitudes podría implicar un riesgo tanto para el bienestar de otras personas como para la ética de la propia terapia. Al fin y al cabo, respetar sin promover el odio forma parte del trabajo terapéutico.

Buscamos validar con frecuencia las experiencias emocionales de pacientes para fomentar un ambiente seguro. Sin embargo, hay límites en la validación de creencias extremas, ya que cuando una persona mantiene ciertas creencias que pueden poner en peligro a una persona o grupo, (como tendencias violentas o ideologías de odio), cualquier profesional debe establecer límites y tratar de redirigir esas creencias, sin tolerar o normalizar actitudes destructivas.

Para cuidar a otras personas, el compromiso ético profesional requiere un autocuidado propio. Especialmente debido al riesgo que implica trabajar con personas cuyos comportamientos o ideas pueden ser agresivos o abusivos. La paradoja de la tolerancia implica que, para mantener su salud y sus propios límites éticos, el profesional no puede tolerar sin límites las actitudes de un paciente si estas son irrespetuosas o amenazan la integridad del proceso terapéutico.

Un ejemplo de ello es el rechazo a la manipulación. En algunos casos, un paciente puede intentar manipular al terapeuta o justificarse en comportamientos dañinos. Es más saludable en esta circunstancia ser intolerante a la manipulación o a las conductas de abuso, sin permitir que la «tolerancia terapéutica» se convierta en una vía para validar actitudes de manipulación o autojustificación en el paciente.

La paradoja de la tolerancia en salud mental resalta la necesidad de encontrar un balance entre el respeto y la comprensión, y la protección de límites éticos y de bienestar, tanto del terapeuta como del proceso terapéutico en sí.

Si aplicamos estos aspectos a nuestra vida personal, cuando te preocupas por el bienestar de otra persona es necesario predicar a través del ejemplo. Los límites son una forma de cuidarnos y también a otras personas, pero la teoría no tiene sentido sin la práctica para aplicarla con fundamento.

Si estás pensando en comenzar tu proceso terapéutico recuerda que Proyecto Kintsugi cuenta profesionales especialistas que pueden acompañarte en tu camino.



María Gálvez

Psicóloga general sanitaria

 

 

 
 
bottom of page