Enfermedades crónicas y salud mental
- Estrellita Taína García Jiménez
- 29 abr
- 7 Min. de lectura
La enfermedad y la muerte son procesos naturales que forman parte de la vida. Sin embargo, suelen darse de forma abrupta y casi siempre es imposible prepararse. La naturaleza no nos prepara para aquellos procesos que requieren una despedida prolongada en el tiempo.
La discapacidad y las enfermedades crónicas involucran un impacto profundo en diversos aspectos de la vidad de una persona y quienes la rodean. El abordaje emocional y sentimental frente a afecciones congénitas, diagnósticos y tratamientos implica una mezcla de aceptación, resiliencia y adaptación tanto a nivel personal como en nuestra vida social, académica o profesional.

Afecciones visibles e invisibles
Algunas personas valoran las discapacidades como oportunidades para crecer y mejorar, u aprender otros estilos de vida. Sin embargo, es un camino duro cuyo tránsito no es elegido, aunque existan rutas alternativas. Las enfermedades condicionan los caminos que podemos tomar.
Cuando recibes un diagnóstico que compromete tu vida o la calidad de la misma, debes enfrentarte y atravesar a un duelo propio, complejizado por tu situación o entorno y las presonas que forman parte de él y que te afectan directamente.

Por una lado, aquellas afecciones físicas o mentales que son visibles permiten el fácil reconocimiento de tu afectación. Si bien ayuda a que otras personas validen la realidad que estás viviendo, también puede condenarte a un estigma difícil de escapar en diferentes niveles y contextos.
Las afecciones crónicas visibles a nivel psicológico suelen manifestarse de manera prolongada y persistente, afectando la calidad de vida de las personas, tales como el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) o el Trastorno de Ansiedad Generalizada que muchas películas han retratado. Estas pueden requerir tratamiento y apoyo continuo para manejarlas de manera efectiva. Las manifestaciones visibles varían según la persona, pero pueden influir profundamente en la interacción social y el bienestar general.
Tradicionalmente cuando hablamos de afecciones invisibles podemos pensar en enfermedades mentales en lugar de aquellas que tienen una manifestación biológica. Sin embargo, enfermedades autoinmunes (lupus, esclerosis múltiple...), o incluso condiciones como la fibromialgia o la diabetes pueden formar parte de este grupo.
Por su parte, las afecciones psicológicas invisibles son aquellas que, a pesar de no manifestarse de manera evidente en el comportamiento o la apariencia física de una persona, afectan profundamente su bienestar mental y emocional.

Tanto las enfermedades visibles como las no tan evidentes pueden generar desafíos. No obstante, las enfermedades invisibles suponen una lucha adicional, pues quienes las padecen suelen recibir menos comprensión y apoyo de su entorno debido a que sus síntomas no son perceptibles.
La depresión funcional es un ejemplo de enfermedad invisible en el mundo de la salud mental, con síntomas impercetibles como sentimientos de vacío, tristeza persistente, agotamiento emocional o la pérdida de placer en actividades diarias. Estos signos generan una sensación de desconexión o desapego, pensamientos negativos o suicidas que no se expresan abiertamente. Sin embargo, la persona continúa con sus responsabilidades diarias (trabajo, estudios, familia), ocultando su sufrimiento detrás de una fachada de «normalidad».
Este tipo de afecciones invisibles suele pasar desapercibida por otras personas, ya que la persona puede esforzarse por mantener una apariencia «normal» o funcional, mientras internamente lidia con una intensa lucha emocional y psicológica.
Es importante prestar atención a señales más sutiles y ofrecer apoyo, ya que muchas veces estas condiciones no se verbalizan o no se reconocen fácilmente. La invisibilización puede ocasionar que incluso a la persona afectada le cueste reconocer o aceptar su propia condición.
Impacto en la calidad de vida
En muchos casos, el impacto personal, social, académico y profesional puede ser devastador, abarcando síntomas y contextos emocionales, sociales y físicos.
Es posible mejorar significativamente la calidad de vida de quienes conviven con enfermedades crónicas invisibles, pero es necesario aprender a gestionar las pérdidas y afrontar los nuevos retos encontrados dentro de esta situación. Puede haber un duelo por la vida o las capacidades que se han perdido, especialmente si la enfermedad o la discapacidad aparece de forma repentina o progresiva.
La autonomía y la autoestima se comprometerán a su vez cuando surge la necesidad de depender de otras personas para actividades diarias, afectando la autopercepción de manera negativa. Esta necesidad de adaptación constante nace de ajustar sus rutinas, expectativas y metas a las limitaciones impuestas por su afección.
Abordar las enfermedades crónicas invisibles requiere una estrategia integral, tanto en el caso de las enfermedades de salud mental como físicas ya que afectan tanto el bienestar emocional como el físico de quien las padece.
Uno de los desafíos para quienes padecen enfermedades invisibles es la falta de validación emocional y reconocimiento, ya que los síntomas no son visibles para otras personas y pueden ser negados o ridiculizados. Esto puede generar frustración, aislamiento o incluso sentimientos de culpa por no «parecer» una persona enferma.

El primer paso es reconocer y validar las emociones que surgen de la experiencia de la enfermedad, como la tristeza, ansiedad o ira. El apoyo emocional y la empatía, tanto deterapeutas como del entorno cercano, es esencial. Es preciso entender la enfermedad, cómo afecta al cuerpo y a la mente, y que las reacciones emocionales que está experimentando son normales forma parte de este proceso.
Las afecciones visibles pueden atraer miradas o comentarios no deseados, mientras que las invisibles pueden llevar a la incomprensión o a una minimización del problema. En ambos casos, puede haber una sensación de aislamiento o diferencia debido al estigma que conllevan. En este sentido, vivir con una enfermedad crónica puede conllevar estrés continuo, lo cual puede empeorar los síntomas.
Estrategias de afrontamiento
Desde el ámbito de la psicología, se han identificado ciertas técnicas para ayudar a reducir el estrés y a mejorar la calidad de vida. Estas se enfocan en aceptar la situación sin juicio y mantener el control sobre las emociones sin dejarse abrumar.
Otro factor relevante consiste en cambiar los patrones de pensamiento negativos que suelen surgir. Por ejemplo: «nunca mejoraré», «soy una carga» y sustituirlos por pensamientos más realistas y compasivos.
La adaptación a la enfermedad es otro paso esencial. Cuando te enfrentas a una enfermedad crónica, el duelo por la pérdida de tu salud anterior y «normalidad» y integrar cambios en tu estilo de vida es inevitable. Promover la aceptación sin caer en la resignación requiere aceptar que hay ciertas limitaciones, al mismo tiempo identificando y potenciando las áreas de la vida donde aún pueden tener control.
En cualquier caso, enseñar estrategias para afrontar las adversidades, trabajar en la flexibilidad de nuestros pensamientos y construir una narrativa positiva sobre la capacidad de afrontar la enfermedad son aspectos importantes para construir una imagen saludable de nuestra propia persona.

Las enfermedades crónicas invisibles pueden afectar las relaciones interpersonales con amistades, parejas o familiares ya que quienes no padecen la enfermedad a menudo no comprenden el impacto real de los síntomas.
Trabajar con la persona para mejorar la comunicación con sus seres queridos, explicando claramente las limitaciones y necesidades sin sentir culpa o vergüenza puede habilitar y fomentar la comunicación en ambas vías. Contar con una red de apoyo comprensiva es esencial para sobrellevar la carga emocional y física que suponen estas afecciones.
Participar en grupos de apoyo con personas que están pasando por experiencias similares puede ser reconfortante. En estos espacios se comparten estrategias y experiencias, las cuales pueden hacer que el sentimiento de soledad en este proceso pueda disminuir.
Asimismo, fomentar una relación positiva con el cuerpo es crucial ya que podemos sentir que nuestro cuerpo nos ha fallado o traicionado en este proceso, llegamos a desconectarnos o a rechazar una parte innegable de nuestra persona.
Incluir rutinas de autocuidado físico y mental, aunque sean sencillas puede ayudar a mantener un sentido de control y bienestar en medio de las dificultades físicas. Estrategias como el yoga, la meditación, o la respiración profunda pueden reconectar a la persona con su cuerpo de una manera saludable y compasiva.
Afecciones congénitas
Las enfermedades crónicas pueden afectar el rendimiento académico o laboral. Por ejemplo, una persona con fatiga crónica puede tener dificultades para mantener una jornada laboral completa, mientras que alguien con una afección cognitiva puede tener problemas de concentración.
A pesar de las leyes que protegen los derechos de las personas con discapacidades muchas personas siguen enfrentando barreras o discriminación en su vida diaria. Es posible que se requieran ajustes en el entorno de trabajo o estudio, como horarios flexibles, teletrabajo o apoyo adicional.

Las personas nacidas con una afección congénita a menudo se enfrentan a retos relacionados con la aceptación personal y social desde una edad temprana. El apoyo de la familia y el acceso a tratamientos médicos y terapias psicológicas puede ser fundamental en el desarrollo emocional.
Estas personas han vivido siempre con su condición, lo que puede haberles atraído atención no deseada y generado frustración ante sus propias limitaciones o retos únicos a lo largo de sus vidas. Si bien es su realidad, al igual que quienes reciben un diagnóstico en edad adulta, pueden experimentar una serie de pensamientos y sentimientos negativos como celos, ira, frustración y autocompasión, entre otros. Aunque es posible hacer las paces con su realidad, este proceso no es sencillo ni inmediato.
Diagnóstico y tratamiento
Recibir un diagnóstico de una enfermedad crónica puede ser abrumador por ello es tan importante darse tiempo para procesar el diagnóstico y buscar ayuda profesional si es necesario.
El tratamiento puede ser prolongado o permanente, lo que añade una carga emocional adicional. Las citas médicas constantes, los efectos secundarios de los medicamentos o los procedimientos invasivos pueden afectar el bienestar mental.
Entre las estrategias para el manejo emocional, la terapia cognitivo-conductual ha deemostrado ser especialmente efectiva para lidiar con el estrés y la ansiedad asociados a enfermedades crónicas.
Mantener una actitud positiva y centrarse en los pequeños avances puede ayudar, al igual que buscar apoyo emocional en grupos de ayuda o terapia. Conectar con otras personas que enfrentan problemas similares puede proporcionar consuelo, consejos prácticos y una sensación de pertenencia.
Técnicas como el mindfulness ayudan a reducir la ansiedad y el estrés, y fomentan la aceptación del momento presente sin juicio. Escribir, pintar o participar en otras formas de expresión artística puede ser un medio catártico para procesar emociones complejas.

Fomentar la comunicación abierta con familiares y amigos cercanos, y rodearse de personas comprensivas, puede mejorar significativamente la calidad de vida emocional manteniendo relaciones más saludables.
Lidiar con una enfermedad crónica o con una discapacidad implica un proceso constante de ajuste y manejo emocional. La aceptación, el desarrollo de resiliencia, el acceso a apoyo social y profesional, y el autocuidado son esenciales para mantener el bienestar emocional frente a las dificultades que presentan estas afecciones.
En Proyecto Kintsugi conocemos la importancia del abordaje de un proceso de duelo de la mano de profesionales especialistas, no dudes en contactarnos si lo necesitas.
María Gálvez
Psicóloga general sanitaria