Equilibrio personal-profesional
- Estrellita Taína García Jiménez
- hace 7 días
- 9 Min. de lectura
La conciliación con nuestra vida persona es una asignatura pendiente a nivel global. Sobre todo en aquellos sectores donde existe una mayor vulnerabilidad, tales como la tecnología, salud, comunicación, finanzas y servicios, que suelen tener largas horas, alta presión y una expectativa explotadora e irrealista de disponibilidad constante. De igual manera, esta realidad se ve matizada por nuestras circunstancias socioeconómicas, contexto laboral y red de contactos, entre otros aspectos.

Trabajar para vivir, no vivir para trabajar
Aplicar el principio de «trabajar para vivir y no vivir para trabajar» puede presentar un desafío en sí mismo. Esto es cierto dentro del contexto cultural actual español y del de buena parte del mundo, en el cual el trabajo ocupa un papel significativo en la vida diaria y se valora mucho la dedicación profesional,
Es importante ser realista respecto a las limitaciones laborales para poder gestionarlas de manera adecuada. En nuestra cultura de consumo, la rapidez nos incentiva a acelerar en lugar de reflexionar sobre nuestros propios pasos.

Para empezar por lo más básico, la legislación ofrece ciertos derechos fundamentales para mantener un equilibrio entre la vida laboral y personal. El horario laboral estándar es de 40 horas semanales, y las horas extraordinarias están reguladas. Si trabajas más horas de las debidas, es importante hacer valer tu derecho a horas extras pagadas o compensadas con tiempo libre.
Las vacaciones y permisos, que comprenden desde vacaciones pagadas hasta días festivos, son una buena oportunidad para practicar el descanso consciente y desconexión laboral co la intención de evitar el agotamiento.
En este contexto, la vida social tal como reuniones con amistades o familiares es una manera de disfrute del tiempo libre. Planificar viajes, encuentros o simplemente momentos de descanso tiene un valor para favorecer la conciliación.
Una parte de la población cuenta con una pausa larga para comer (sobre todo en ciudades más pequeñas), lo que podría permite una desconexión temporal del trabajo y un espacio para relajarse. Aprovecha estos momentos de desconexión durante el día participando activamente en actividades individuales o sociales, tales como reunirte después del trabajo o practicar un pasatiempo puede ayudarte a encontrar un mejor equilibrio.
La pandemia trajo consigo una mayor aceptación del teletrabajo en España y en otras naciones. Aunque no todas las empresas lo han implementado de manera definitiva, explora la posibilidad de negociar formas de trabajo más flexibles en algunos sectores laborales que no requieren la presencialidad constante de manera obligatoria. Si tu empleadora lo permite, trabajar desde casa algunos días de la semana puede ayudarte a evitar largos desplazamientos, reducir el estrés y ganar tiempo para otras actividades.
Sin embargo, en otros sectores como la hostelería, educación o servicios, el nivel de exigencia laboral puede ser alto y la presencialidad obligatorio, lo que puede llevar a jornadas largas y a una dificultad para desconectar. En este contexto, es importante aprender a poner límites saludables.

El derecho a la desconexión digital (reconocido por la legislación laboral en España) implica no estar disponible fuera del horario laboral. Esto es clave para evitar el agotamiento mental y físico. Sobre todo tomando en cuenta que una gran parte de los trabajos hoy en día se realizan con dos herramientas principales: un dispositivo con programas y conexión a internet y tu propia mente, habilidades y conocimientos.
La falsa disponibilidad constante asociada a los teléfonos móviles y el hecho de que no podemos desprendernos de nuestra principal herramienta de trabajo una vez cumplida la jornada laboral, complejiza bastante esta dinámica relacional.
Es por esto que resulta bastante útil definir una rutina clara para cerrar tu jornada laboral, especialmente si trabajas desde casa, para no caer en la trampa de estar siempre disponible. En muchas otras culturas existe una tendencia hacia la sobreexigencia laboral o a sentir una obligación a dar más de lo necesario en el trabajo. Combatir esta mentalidad requiere un cambio en la perspectiva personal sobre el éxito que no debe enfocarse únicamente en los logros profesionales, sino en el equilibrio de tu propia vida para disfrutar del tiempo libre, la salud y las relaciones.
Trabajo, sociedad, psicología y capitalismo
Los valores de esta filosofía económica tienden a priorizar el individualismo, la eficiencia, la maximización de beneficios y el crecimiento económico, lo cual desvía el foco de valores como el bienestar colectivo, la cooperación y la satisfacción intrínseca y la importancia de la comunidad.
El trabajo a menudo se percibe como un medio para alcanzar éxito financiero, estatus y seguridad. El sistema fomenta una mentalidad de productividad constante y de competitividad. Llega tan lejos como a asociar nuestro valor como personas con nuestro rendimiento laboral y el éxito económico, lo que genera presión, estrés, frustración y ansiedad cuando no se alcanzan los estándares de autoexigencia propuestos.
Bajo el capitalismo, el trabajo se puede sentir alienante si no se percibe como significativo o conectado con los valores personales. Esta desconexión lleva a un aislamiento de nuestras emociones y necesidades ante sentimientos de vacío y frustración por no poder alcanzar lo establecido. La presión a trabajar largas horas, mantener un rimo de productividad constante y alcanzar metas ambiciosas puede llevar al agotamiento físico y mental (síndrome de burnout), afectando gravemente la salud emocional.

En una sociedad capitalista, la identidad personal y profesional a menudo se construye en torno al éxito material y el estatus social. Quien más tiene es quien más vale, nos definimos por lo que logramos y poseemos. Vivimos en base al prestigio de debemos alcanzar. La competencia continua por llegar más alto o «lograr más» genera niveles significativos de ansiedad, ya que la identidad está vinculada a la capacidad de cumplir con estándares adoptados, a pesar de que no suelen ser realistas o positivos.
En una sociedad orientada al éxito, quienes no cumplen con las expectativas sociales o profesionales se encuentran bajo la obligación de saberse insuficientes, potenciando problemas de autoestima, entre otras cuestiones de salud mental.
Por otro lado, el énfasis en el consumo como vía de satisfacción promueve valores materialistas, donde las personas buscan llenar vacíos emocionales a través de recursos materiales, lo que a menudo no satisface necesidades psicológicas más profundas. Cuando se internaliza la creencia de que el propósito de la vida es producir y consumir, puede llegar a generar un vacío existencial en el momento en el que estos valores no aportan un sentido profundo de satisfacción, pertenencia o sentido, perdiendo el propio propósito de vida.
Desde esta perspectiva, es entendible por qué la carrera profesional puede convertirse en el núcleo de la vida de una persona. No es de extrañar que las cifras de adicción al trabajo aumenten a gran velocidad.
En algunas industrias, el trabajo se ve como un recurso que debe ser maximizado, lo que puede deshumanizar a los trabajadores y contribuir a un ambiente laboral tóxico. La filosofía profesional presente en el capitalismo a menudo promueve la cultura del «más» y del «siempre»: disponibilidad, esfuerzo, calidad, cantidad, recursos...donde se espera que las personas sacrifiquen el tiempo personal a cambio del cumplimiento de metas organizacionales.
Esta percepción vuelta práctica, ejerce una presión considerable debido a la constante demanda de productividad, el estrés financiero, y las comparaciones sociales. La presión para mantener un alto nivel de desempeño profesional y éxito financiero puede llevar al desarrollo de trastornos de ansiedad crónicos. A su vez, la desconexión entre los valores personales y la vida laboral puede favorecer sentimientos de insatisfacción y descontento, lo que aumenta el riesgo de depresión.
Consejos prácticos
¿Cómo establecer límites saludables?
Lo primordial luego de la concientización, es trabajar en un cambio de perspectiva. La inestabilidad fomenta tanto la competición constante como la ansiedad por no quedar atrás, olvidando al entrar en este «modo automático» que el trabajo es solo una parte de la vida.

Debemos ser conscientes de estas dinámicas para poder abordar el problema con una visión clara y desarrollar estrategias adaptadas a tu situación personal. Empieza por conocer tus derechos en cuanto al clima, valores de la empresa y normativa legal respecto a horas extras, descansos o políticas de salud mental puede ayudar a establecer límites saludables.
Si bien la cultura laboral no siempre permita establecer límites de manera abierta, puedes desarrollar tus propios límites internos. Por ejemplo, decidir conscientemente cuándo «desconectarte» mentalmente del trabajo, incluso si aún estás físicamente en él. Esta desconexión deliberada puede ser agotadora cuando las expectativas productivas son extremas, por lo que establecer límites claros fuera del trabajo puede marcar la diferencia. Esto puede verse como no revisar correos electrónicos después de ciertas horas o durante fines de semana.
Tomar descansos cortos de manera consciente incluso si no puedes hacer una pausa formal. Momentos breves de respiración profunda, estiramiento o relajación también son necesarios y pueden ayudarte a mejorar tu rendimiento y tu calidad de vida.
Trabajar en un entorno donde se refuerza vivir para trabajar requiere redefinir el éxito para ti como persona y gestionar tus propias expectativas de manera diferente. No te midas únicamente por las métricas de productividad del entorno. En cambio, concéntrate en tus propios logros y lo que tú consideras un buen trabajo.

Hablar con tus superiores sobre tus capacidades y límites de manera respetuosa puede favorecer una buena comunicación con la empresa. En algunas ocasiones, las expectativas se imponen porque nadie cuestiona el status quo. Si tienes la posibilidad, plantea tus preocupaciones sobre la carga de trabajo o los tiempos de entrega poco razonables.
Otra opción es buscar roles menos exigentes dentro de la misma industria o incluso considerar una estrategia a mediano o largo plazo para salir de un entorno laboral que no priorice la conciliación con tu vida personal.
No siempre será posible cambiar de trabajo de inmediato pero puedes empezar a planificar ese cambio buscando oportunidades alternativas, aprendiendo nuevas habilidades o construyendo una red profesional en sectores más conciliadores. La inversión en tu desarrollo personal siempre tiene un retorno asegurado. Tu desarrollo profesional, tal vez a través de cursos, cultivar contactos o desarrollar nuevas habilidades, te dará más flexibilidad para moverte hacia un sector o rol más equilibrado en el futuro. Además de un mayor conocimiento y capacidad para tomar una decisión informada.
¿Cómo gestionar los patrones negativos?
Reconocer y darle un nombre a lo que te ocurre en determinados momentos puede ser un alivio, y a pesar de que la culpa o la sensación de estancamiento son tan humanos como el cariño y la compasión, es necesario aprender a darle el espacio que le corresponde en nuestra vida.
La culpa surge cuando sientes que no estás cumpliendo con expectativas (propias o ajenas) muchas veces irrealistas. Incluso pueden estar basadas en comparaciones de poca utilidad con personas cuyas circunstancias son completamente diferentes a las nuesras y que únicamente nos llevan a autocastigarnos.
Esta experiencia emocional pasa a otro escalón cuando se consolida basada en el sentimiento de que no eres suficiente y que tus logros son fruto de la suerte, no de tus habilidades. Esto es conocido como el síndrome del impostor y ocurre con frecuencia en personas con tendencia al perfeccionismo.

La sensación de inadecuación puede estar vinculada también a una autoexigencia elevada, donde te comparas constantemente con estándares poco realistas. Siendo común en personas que no se creen merecedoras de sus propios logros.
Es importante recordar que estas emociones no definen tu realidad, pero el lenguaje interno que las expresa condiciona como nos comportamos y sentimos. La autocrítica excesiva en nuestro propio lenguaje nos conduce a la invalidación emocional, ya que cualquier extremo nos desvía del camino inicial. Cambiar este diálogo interno requiere tomar conciencia de los pensamientos automáticos negativos.
Frases como «no soy suficientemente...», «no me lo merezco» o «otras personas lo hacen mejor que yo» suelen ser indicadores de una baja autoestima. Desafiar estos pensamientos cuestionando su veracidad es una forma saludable de gestionar nuestro diálogo autocrítico. Por ejemplo, si piensas «Tuve suerte», una manera más adaptativa del pensamiento podría ser describir con detalles concretos como «Me preparé bien y trabajé duro para lograr esto».
Para desmontar estas creencias limitantes, te puede ayudar el llevar un registro tangible de tus logros, habilidades y esfuerzos. Documentar tus logros te obliga a reconocer tu progreso. Desde anotar éxitos en un diario (grandes o pequeños), señala que tus logros son reales y un resultado directo de tu esfuerzo.
A menudo nos enfocamos en el destino final y olvidamos reconocer el progreso. Celebra cada paso que das hacia tus objetivos anotando al final de cada semana al menos tres cosas que hayas logrado o en las que hayas mejorado, incluso si parecen pequeñas.
Otra práctica que puede ser incómoda pero es muy necesaria, es aceptar la imperfección. Recuerda que la perfección no existe entre seres humanos: necesitamos cometer errores para adaptarnos a nuestras circunstancias. Es normal no querer reconocer o celebrar un error, pero debemos tomarnos el tiempo necesario y crear un espacio para la reflexión. Es más productivo enfocarte en el esfuerzo y en la dedicación que pones en el proceso.

Apreciar el proceso te ayudará a aliviar la presión por alcanzar la tan escurridiza «perfección» y hará innecesaria la comparación, al encontrar una medida adaptada a tus necesidades, no a lo que considerado idóneo socialmente.
Es perfectamente normal no tener todas las respuestas y pedir ayuda cuando sea necesario. Reconocer tus limitaciones no te hace menos competente, sino que te acerca más a tu propia humanidad. Hablar sobre tus emociones y pedir apoyo puede ser liberador, tanto si es con personas de confianza o de tu círculo íntimo o con profesionales. Al verbalizar tus emociones, puedes obtener una nueva perspectiva para continuar avanzando.
Si estas sensaciones persisten y afectan tu bienestar, considera buscar ayuda profesional que te proporcione las herramientas y estrategias para abordar estos problemas de manera efectiva. En Proyecto Kintsugi estamos dispuestos a ayudarte.
María Gálvez
Psicóloga general sanitaria