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Escoge tus batallas

  • Foto del escritor: Estrellita Taína García Jiménez
    Estrellita Taína García Jiménez
  • 25 mar
  • 5 Min. de lectura

No siempre tenemos la energía o las herramientas para afrontar todos los conflictos directamente, y este enfoque tampoco es el más recomendable o productivo en el 100% de las ocasiones. La gestión emocional no está basada en que todo vaya bien, sino en saber elegir qué hacer según nuestras necesidades y la energía que queremos dedicar a resolver los problemas.




Elige con sabiduría

No todos los conflictos merecen una inversión significativa de tu energía, y elegir cuidadosamente cuáles afrontar es crucial para priorizar tu bienestar mental. Para gestionar mejor los conflictos, considera dos aspectos fundamentales: el impacto que la decisión tendrá en tu vida a largo plazo y si es necesario defender tus valores personales.

Un primer paso es evaluar la importancia del conflicto según sus posibles resultados. Si no afecta significativamente tu bienestar o tus relaciones, quizás sea mejor dejarlo pasar. No todos los conflictos pueden resolverse de manera favorable. En ocasiones, es más productivo aceptar ciertas realidades que desgastarse intentando cambiarlas. Es importante evaluar tus recursos emocionales —paciencia, energía y estado de ánimo— pues estos pueden indicar cuándo es más beneficioso evitar una confrontación.

Considerar el impacto en las relaciones es otro factor clave, ya que algunas batallas pueden erosionar vínculos importantes. Pregúntate si la confrontación mejorará o deteriorará la relación y si vale la pena el costo. Al escoger tus batallas, valora si el enfrentamiento puede dañar relaciones significativas que deseas preservar.


Cuándo y cómo entrar en debate

Debatir o confrontar a otros puede ser enriquecedor o destructivo, según cómo y cuándo se haga. Elegir el momento adecuado aumenta las posibilidades de que el efecto sea positivo. No todos los debates son productivos, ni todas las personas están abiertas al diálogo constructivo. Decidir cuándo y cómo involucrarte requiere autorregulación emocional y claridad sobre tus objetivos.

Antes de entrar en un debate, es importante considerar el clima emocional y las circunstancias. Si ambas partes están alteradas o bajo estrés, es mejor esperar hasta que todos haya más calma, pues el debate será menos constructivo. Es recomendable evitar discusiones si estás en un estado alterado, ya que aumenta la probabilidad de tomar decisiones reactivas en lugar de reflexivas.

La escucha activa es fundamental: en lugar de centrarnos únicamente en lo que queremos decir, debemos observar y comprender el punto de vista de la otra persona. Esto abre puertas a soluciones más constructivas, pues un debate basado en la necesidad de tener razón genera más fricción que resultados.

No solo se trata de escuchar las palabras, sino de comprender los sentimientos y pensamientos de la otra persona. En lugar de enfocarte en formular una respuesta inmediata o rebatir, haz un esfuerzo genuino por ponerte en su lugar. Escucha sin juzgar y plantea preguntas abiertas que ayuden a comprender mejor su perspectiva, en vez de solo defender tu postura.

Esto no significa que debas estar de acuerdo con todo lo que dice la otra persona. Mantén una actitud respetuosa, aunque no estés de acuerdo. Expresa tu punto de vista de manera honesta y abierta, pero sin agresividad. Una comunicación asertiva es esencial: expresar tus ideas y necesidades sin menospreciar a nadie. Mantén el foco en tus propios sentimientos y necesidades, no en asignar culpas.

Establecer una intención clara antes de entrar en un debate puede influir en cómo te acercas al mismo. Pregúntate cuál es el objetivo y si buscas ganar la batalla o entender lo que está ocurriendo, para ser consciente de tus propias expectativas.

Las relaciones más valiosas son aquellas donde el objetivo no es ganar o demostrar que se tiene razón, sino entender y que te entiendan. Las discusiones pueden ser una oportunidad de aprendizaje mutuo, en lugar de una confrontación, especialmente cuando la intención es comprender mejor el punto de vista ajeno existe una disposición a ajustar la perspectiva propia.

Esto cambia la dinámica del debate de una lucha por el control a un intercambio enriquecedor. De esta manera, tu transparencia ayuda a crear una ambiente de confianza donde ambas partes pueden expresarse libremente sin miedo al rechazo o la ridiculización. Así se crea un espacio donde todas las opiniones pueden expresarse sin temor a represalias o críticas destructivas, lo que no solo mejora el diálogo, sino que fomenta un crecimiento genuino.


Divide y vencerás

La técnica de fraccionar problemas es esencial para la gestión de conflictos y retos. Cuando nos enfrentamos a una situación abrumadora, intentar resolverlo todo de una vez puede generar ansiedad y bloqueos.

Dividir el problema en partes manejables nos permite avanzar con mayor claridad y efectividad. El primer paso es definir la cuestión específica que queremos resolver. Esta estrategia funciona porque nuestro cerebro procesa mejor las tareas y desafíos concretos que las situaciones abstractas y generales.

Los problemas grandes suelen ser abrumadores porque carecen de una definición clara. Por eso, es importante ponerles nombre y entender sus componentes. Al desglosar cada problema en tareas concretas e identificar aspectos más pequeños, podemos abordarlos uno por uno de manera consciente y progresiva.

Pregúntate qué aspectos específicos del problema te generan más estrés o preocupación. Por ejemplo, si tienes un conflicto laboral, puedes separarlo en partes como la relación con un compañero, la carga de trabajo o la falta de reconocimiento.

Recuerda que no es necesario resolver todo de inmediato: cada pequeño avance es un logro que merece ser reconocido. Conforme vayas resolviendo estas partes más pequeñas del problema, celebrar estos logros te dará una sensación de progreso que reforzará tu motivación.


Un reto a la vez

Para empezar, identifica cuál es el problema o reto más importante. Ordena tus desafíos según su urgencia e impacto en tu vida, considerando qué acciones tendrán mayor efecto positivo en tu bienestar.

Aunque sea tentador abordar varios temas simultáneamente, esto reduce la calidad de tu enfoque y rendimiento. Cuando notes que estás intentando hacer demasiadas cosas a la vez, detente. Enfócate en una sola tarea y trabaja en ella hasta lograr un avance significativo.

Intentar resolver múltiples problemas a la vez puede dispersar tu energía y crear dificultades emocionales si no aprendes a enfocar tu atención en las necesidades del momento, tanto propias como del contexto. Concentrarte en un solo reto permite mayor efectividad y reduce el agotamiento mental de la multitarea. La práctica de atención plena es útil para entrenar tu mente: aprende a redirigir tu atención al presente cuando te distraigas o empieces a pensar en otros problemas.

Si te estresa tener muchas tareas pendientes, concéntrate en completar una específica para reducir la ansiedad a mediano y largo plazo.

Para ayudarte en este proceso, conviene prestarle atención a tu alrdedor. Un entorno lleno de distracciones dificulta la concentración, por lo que es crucial minimizar los estímulos que compiten por tu atención.

Adapta tu entorno para favorecer la concentración: apaga el teléfono, cierra las aplicaciones innecesarias y busca un espacio libre de distracciones. Tu capacidad de concentración mejorará con un sistema de recompensas bien planificado. Creará un ciclo que mantendrá tu enfoque a largo plazo y te ayudará a gestionar mejor tus recursos cognitivos y emocionales.

Después de trabajar con concentración durante un periodo específico, date un descanso corto o disfruta de algo que te guste. Reforzar tus logros es fundamental para superar la procrastinación. Sin embargo, no te premies tras cada pequeño logro, sino ocasionalmente después de completar varios pasos, esto te motivará a seguir adelante al anticipar la próxima recompensa.

En definitiva, elegir sabiamente tus batallas, es decir: decidir cuándo debatir, fragmentar los problemas y enfocarte en una cosa a la vez, son todas estrategias esenciales para mantener el equilibrio ante los retos cotidianos. Estos enfoques basados en la inteligencia emocional y la autorregulación pueden ayudar a reducir el estrés y aumentar tu capacidad para afrontar los desafíos de de la vida de manera efectiva.

Si necesitas estrategias prácticas para poner en marcha estos principios, en Proyecto Kintsugi podemos encontrar en conjunto las herramientas necesarias. Puedes contar con el apoyo de un equipo profesional especializado.



María Gálvez

Psicóloga general sanitaria

 
 
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