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Trastornos alimenticios




Lucha contra trastornos alimenticios

El Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos Alimentarios se conmemora cada 30 de noviembre para crear conciencia sobre las serias problemáticas asociadas con el defecto o exceso de alimentación. Esta fecha destaca cómo estos trastornos pueden llegar a dirigir la vida de muchas personas, en lugar de ser simplemente una parte más de su rutina diaria.

Entre estos trastornos se encuentran la anorexia, la bulimia y el «trastorno por atracón». Estas condiciones tienen consecuencias negativas en la salud física y mental, afectando tanto a la persona que los padece como a sus seres queridos.

Para abordar este problema, es crucial identificar y reconocer la situación. Esto implica educar sobre la naturaleza de los trastornos alimenticios, sus síntomas y las consecuencias de no tratarlos a tiempo. Una vez identificados los patrones, es fundamental promover prácticas saludables y fomentar una cultura de aceptación del cuerpo para prevenir el desarrollo de estos trastornos.

Como individuos y como sociedad, debemos combatir el estigma asociado a los trastornos alimenticios, ya que este a menudo impide que las personas busquen la ayuda que necesitan. Es igualmente importante proporcionar información sobre los recursos disponibles para el tratamiento y apoyo a quienes padecen estos trastornos.


Las señales

Más allá de las etiquetas diagnósticas, existen diversas señales de alerta que pueden ayudarnos a identificar cuando tú o alguien más presenta síntomas de trastornos alimenticios. Algunas son mucho más obvias y fáciles de identificar que otros:

  • Restricción alimentaria que resulta en un peso corporal significativamente bajo en relación con la edad, el sexo, el desarrollo y la salud física.

  • Miedo intenso a ganar peso y comportamientos compensatorios persistentes que interfieren con el aumento de peso. Por ejemplo, práctica frecuente de deporte intenso, uso de laxantes, diuréticos u otros medicamentos para perder peso, vómitos autoinducidos o ayuno.

  • Percepción distorsionada del peso y la forma corporal, reflejada en comentarios que muestran una influencia desproporcionada de estos factores o negación de la gravedad del bajo peso.

  • Atracones caracterizados por una ingesta de comida excesiva en un período de unas dos horas.

  • Sensación de falta de control sobre la conducta alimentaria, como comer sin hambre, a solas, a escondidas o con demasiada frecuencia.

  • Sentimientos de depresión, vergüenza o culpa relacionados con los hábitos alimentarios.

  • Deficiencias nutricionales o dependencia de suplementos alimenticios.

  • Consumo de sustancias no nutritivas como tierra, tiza o cabello, comportamiento que no es apropiado para el nivel de desarrollo del individuo ni está respaldado cultural o socialmente.

  • Regurgitación repetida de alimentos, que pueden volver a masticarse, tragarse o escupirse.

Si tú o alguien que conoces está luchando contra un trastorno alimenticio, ofrécele tu apoyo y anímale a buscar ayuda profesional. Buscar ayuda no es una fuente de vergüenza, es una demostración de fortaleza y autonocimiento.

La lucha contra los trastornos alimenticios es una causa vital que exige la atención y el esfuerzo colectivo de la sociedad. Este día no solo busca recordar a quienes los padecen, sino también impulsar acciones para crear un entorno más comprensivo y solidario. Es fundamental aprender más y difundir información confiable elaborada por profesionales para ayudar a desmitificar los trastornos alimenticios y reducir el estigma asociado. Si quieres ir más allá, puedes participar en eventos y campañas que promuevan la concienciación y generación de recursos adecuados para su tratamiento.



Las causas

Los trastornos alimenticios son el resultado de una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y socioculturales. No existe una causa única, sino una combinación de variables que contribuyen a su desarrollo.

La evidencia sugiere un componente genético, ya que las personas con antecedentes familiares tienen un mayor riesgo de desarrollarlos. Los desequilibrios en neurotransmisores como la serotonina pueden afectar los comportamientos alimentarios y el estado de ánimo, incluyendo la impulsividad hacia conductas perjudiciales.

Las dietas extremas y frecuentes pueden alterar el metabolismo y la regulación del apetito, aumentando el riesgo. Además, factores emocionales como la baja autoestima, ansiedad, depresión y perfeccionismo predisponen a su aparición.

Las transiciones vitales —como el inicio de la universidad, una ruptura amorosa o la pérdida de un ser querido— pueden desencadenar o agravar un trastorno alimenticio.

Por otro lado, las experiencias traumáticas, incluyendo el abuso físico, emocional o sexual, pueden contribuir a su desarrollo. En algunos casos, estas conductas surgen como un intento de ejercer control sobre aspectos de la vida que parecen incontrolables. La presión social puede contribuir a la preocupación por el peso y la forma corporal. El acoso relacionado con el peso o la apariencia física puede desencadenar problemas de imagen corporal y trastornos alimenticios.

Ciertos rasgos de personalidad, como la impulsividad, el perfeccionismo y la preocupación excesiva por la aprobación ajena, pueden aumentar el riesgo de desarrollar trastornos alimenticios.

No podemos ignorar la influencia significativa de la cultura que idealiza la delgadez o la musculatura excesiva, asociándolas con el éxito y la belleza. Los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad frecuentemente promueven estándares de belleza irreales e inalcanzables.

El entorno familiar también puede propiciar comportamientos inadecuados cuando enfatiza excesivamente la apariencia física, las dietas o presenta conflictos y tensiones. Las expectativas de género y las presiones culturales sobre el cuerpo y la apariencia juegan un papel crucial en este aspecto.

La intervención temprana y el enfoque terapéutico integral son fundamentales para abordar estos factores causales, ya que son cruciales para el tratamiento efectivo y la recuperación.


Consecuencias y consejos

Los trastornos alimenticios son condiciones graves que afectan tanto la salud física como la mental. La restricción extrema de alimentos o el comportamiento de purga puede llevar a una desnutrición grave y deficiencias en vitaminas y minerales esenciales. Otros problemas suceden a nivel cardíaco mediante un ritmo irregular, insuficiencia cardíaca, y desequilibrios electrolíticos, especialmente en personas con anorexia nerviosa o bulimia.

De igual manera, los trastornos alimenticios pueden causar problemas gastrointestinales como estreñimiento, hinchazón, y síndrome del intestino irritable o enclusive una pérdida de densidad ósea (osteoporosis) debido a una nutrición inadecuada. La falta de nutrientes puede llevar a la debilidad muscular y fatiga constante junto con problemas dermatológicos. Piel seca, caída del cabello, y uñas quebradizas pueden ser signos de malnutrición.

Un cuadro grave puede llevar a experimentar amenorrea (ausencia de menstruación) debido a un bajo peso corporal y desequilibrios hormonales. A largo plazo, puede producirse daño de algunos órganos vitales como el corazón, los riñones y el hígado, problemas reproductivos como infertilidad u otros debido a los desequilibrios hormonales y la desnutrición, llegando al punto de ser irreversibles.

Los trastornos alimenticios tienen una de las tasas de mortalidad más altas entre las enfermedades mentales, debido a complicaciones médicas y al suicidio.

Este desequilibrio también se observa a nivel emocional ante la presencia comórbida de ansiedad y depresión, a menudo asociadas con una percepción distorsionada del cuerpo y una baja autoestima. El miedo a comer en público o la obsesión con la comida y el peso puede llevar al aislamiento social debido a comportamientos donde destaca la excesiva preocupación por la comida, el peso y el ejercicio.

Las tensiones y conflictos pueden surgir en las relaciones familiares y de amistad debido a los comportamientos asociados con los trastornos alimenticios. Inclusive, la concentración que generan y el rendimiento pueden verse afectados negativamente, llevando a problemas en el trabajo o en la escuela.

El tratamiento de los trastornos alimenticios generalmente requiere un enfoque multidisciplinario que incluya atención médica, apoyo nutricional y terapia psicológica. Reconocer y tratar estos trastornos a tiempo es crucial para minimizar los riesgos y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.

Ayudar a alguien con trastornos alimenticios puede ser todo un desafío, pero es crucial para su recuperación. Aquí hay algunos pasos y consejos que puedes seguir para ofrecerte o a otras personas un apoyo responsable:

  • Informarte sobre los diferentes tipos de trastornos alimenticios y sus síntomas.

  • Utilizar recursos confiables, como sitios web de organizaciones de salud mental y libros especializados recomendados por profesionales acreditados y especializados en este ámbito.

  • Escuchar sin juzgar y mostrar empatía. Dejar que la persona se exprese y comparta sus sentimientos.

  • No hacer comentarios sobre la apariencia física, el peso o la comida de la persona.

  • Ofrecer tu compañía y apoyo estando presente.

  • Fomentar actividades que no se centren en la comida o el peso como caminar, leer o ver una película.

  • Animar a la persona a buscar ayuda profesional. Los trastornos alimenticios suelen requerir tratamiento especializado de medicina, nutrición y psicología.

  • Ofrecer acompañar a la persona a sus citas si se siente cómoda con ello.

  • Crear un entorno seguro y libre de presión en torno a la comida y el ejercicio.

  • Ayudar a la persona a enfocarse en sus cualidades y habilidades, no solo en su apariencia física.

  • Entender que la recuperación es un proceso largo y que puede haber recaídas. La paciencia es clave.

  • No tomarlo personal ya que los comportamientos relacionados con los trastornos alimenticios pueden ser difíciles de manejar. Recuerda que no son un ataque personal contra ti.

  • Investigar sobre grupos de apoyo tanto para la persona afectada como para seres queridos. Estos pueden ofrecer comprensión y estrategias prácticas útiles.

Tu apoyo puede hacer la diferencia, pero es igual de importante que cuides de tu bienestar y también busques apoyo si lo necesitas.

Si tú o alguien que conoces necesita apoyo, en Proyecto Kintsugi estamos para ayudarte.



María Gálvez

Psicóloga general sanitaria

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