La industria del bienestar
- Estrellita Taína García Jiménez
- 23 sept
- 7 Min. de lectura
Hasta hace relativamente poco tiempo, el «bienestar» (o wellness en inglés) no figuraba entre las industrias más grandes en el mercado. Tal era el caso de la medicina estética, uno de los campos con mayor rentabilidad en cuanto a beneficios económicos se refiere. Hoy en día, la salud mental y el bienestar físico no comprende solo el ámbito estético, sino que existe una creciente tendencia a presumir de nuestro autocuidado sin entender bien lo que engloba esta palabra.

Comercialización del bienestar
Capitalización de las necesidades mentales y físicas y el impacto en la percepción pública
El número de noticias que aparecen en el buscador relacionadas con cuestiones de salud mental ha aumentado. Se ha disparado la cantidad de centros de tratamiento psicológico y de desarrollo personal y cada vez es más frecuente escuchar en el día a día: «voy a terapia». Se ha convertido en un tema tan popular en ciertos grupos sociales, que no es infrecuente que amistades te recomienden diferentes especialistas en salud mental.
Más allá del debate entre psicología vs psiquiatría, la psicología se ha empezado a popularizar tanto que hay una oferta creciente de podcasts, videos y tutoriales sobre cómo mejorar o tener un glow up, expresión del inglés que se utiliza para describir positivos en el físico y/o la vida de una persona.

La comercialización del bienestar no es algo nuevo, el término New Age nacido en la década de los 70 en Estados Unidos nos acercaba a vivencias superficiales utilizando la religión y la espiritualidad en general para vender diferentes productos o servicios. Desde brebajes hasta cursos de autodescubrimiento, todo basado en creencias y terapias descritas como holísticas o alternativas. Coaches y gurús de otras especialidades que utilizan sus experiencias para visibilizar causas, ofrecen un caldo de cultivo para la confusión sobre qué es en realidad una práctica de autocuidado.
Como en todas las profesiones cada persona puede contar con una serie de criterios y valores personales que guían su ética profesional, pero no hemos de confundir el desarrollo personal mediante un proceso terapéutico, con una estructura definida para asegurar la participación de usuarios.
Tener una carrera, máster o haber nacido el mismo día que el Dalay Lama no deberían ser establecidos como equivalencias, pues ni una ni otra vivencia significa poseer la verdad absoluta. Cuando una persona empieza a establecer su verdad como la realidad, sin tomar el tiempo necesario para conocer el contexto en el que ocurre, o apoyarse en fundamentos con un criterio saludable, entramos en la banalización del bienestar.
Evidencia científica
Pruebas detrás de los productos y servicios comercializados como beneficiosos
Para entender qué es un criterio saludable, no debemos centrarnos únicamente en la psicología, sino en cualquier ciencia cuyo método de comprobación de resultados sea fiable a largo plazo. Asegurar un nivel de rigurosidad en los resultados de un trabajo terapéutico o un tratamiento debe incluir un conjunto de conocimientos comprobables mediante métodos estables y sistemáticos que puedan estudiar, explicar y predecir los fenómenos de estudio, así como verificar su autenticidad, ser confiables y replicables.

En cambio, cuando un producto es comercializado como beneficioso pero esta afirmación está basada en creencias o prácticas que son vendidas como científicas y fácticas, pero no se sostienen antes un método riguroso, los datos no se puedan verificar y pierden fiabilidad. No sostiene la importancia del producto.
Una forma de manipulación para crear necesidades es a través de las falacias. Estos argumentos que parecen sólidos a un nivel superficial, están fundamentados en errores de lógica o en ideas falsas. Con frecuencia aparecen, por ejemplo, la figura del odontólogo en anuncios dentífricos que asegura que la mejor pasta de dientes es la del spot publicitario. A esto se le llama la falacia de la autoridad, cuando se utiliza la figura de experticia como la única forma de dar credibilidad.
En el ámbito del bienestar es habitual que utilicen la muletilla de que algo es recomendado por expertos o coaches de vida para reducir el malestar en un tiempo concreto u ofrecer una mejora con la adquisición del producto en cuestión. Hacen estas promesas sin ofrecer evidencia científica o sin que los supuestos expertos tengan formación clínica o científica.
Estas falacias aprovechan la confianza que depositamos en figuras que parecen legítimas, aunque no tengan base científica real o no exista consenso profesional en torno al producto.
Accesibilidad y exclusividad
La experiencia profesional en salud mental nos permite estar en contacto regular con diferentes estratos sociales, profesionales y con personas que experimentan diferentes realidades de vida que pueden llegar a ser completamente antagónicas.
Cada vez veo con mayor frecuencia que la salud mental ya no es un servicio que solo pueden ostentar aquellos con mayores privilegios, sino que la concienciación sobre su impacto en nuestra salud es una necesidad real. En este contexto, muchos productos y servicios pueden no estar al alcance de ciertos grupos socioeconómicos.

El paso del tiempo pone cada cosa en su lugar correspondiente, pero el acceso a productos y servicios de salud mental sigue siendo algo limitado a los recursos económicos de cada individuo. La psicoterapia, los talleres de autocuidado, las apps de bienestar o incluso los libros especializados suelen tener un coste que no cualquiera puede asumir.
Una de las quejas que con frecuencia escucho en los centros donde colaboro, es el esfuerzo económico que pueden llegar a suponer las sesiones para las condiciones de vida actual. Proyecto Kintsugi ofrece bonos para frenar parte de esta desigualdad con el objetivo de dejar de perpetuar una brecha que no solo es económica, sino también emocional y social.
Sin embargo, es complicado llegar a todas aquellas personas de manera individual y favorecer una ayuda real a sus situaciones debido a que la continuidad del propio proyecto también involucra cuidar a todos los profesionales colaboradores en el proyecto que colaboran cada día para hacer posible esta realidad. Mejorar la accesibilidad a los recursos de salud mental no significa solo bajar precios, sino también repensar la forma en que se ofrecen los servicios.

La relevancia de facilitar el acceso consiste en crear formatos accesibles como grupos de ayuda mutua, podcasts, terapia online y redes de apoyo terapéutico, entre otros. Democratizar el acceso es una man
era de promover la inclusión de diferentes sectores de la sociedad y volverlos actores en la preservación de su propia salud mental.
La psicoterapia no ofrece soluciones inmediatas, pero ayuda a evitar dinámicas poco saludables, mejora nuestro autoconocimiento, facilita la identificación de necesidades, y el aprendizaje en la búsqueda de respuestas frente a la confusión, así como a reconducir situaciones no saludables.
La terapia psicológica no es la respuesta a todas las preguntas del universo, pero puede ofrecer un espacio seguro para ayudar a encontrar respuestas. Una parte muy importante del trabajo terapéutico sucede fuera de sesión, donde comienza a ser relevante llevar a la realidad los cambios terapéuticos.
Marketing y estigmatización
Las estrategias de marketing pueden perpetuar estigmas en lugar de reducirlos ¿Qué se puede hacer para promover una imagen más realista y accesible de la salud mental? Aunque el activismo y la concientización son tareas nobles y necesarias, explotar la visibilidad puede llegar a distorsionar la imagen, confundiendo a las masas y utilizando normalización de condiciones de salud mental como un circo mediático para obtener ingresos.

En este sentido, campañas publicitarias buscan posicionar productos usando eslóganes emocionales que apelan al bienestar o la autoestima, sin una verdadera base clínica o ética. Este enfoque puede acabar restando importancia a las experiencias psicológicas y reforzar estigmas al simplificar el sufrimiento.
Las redes sociales están plagadas de videos que hablan sobre salud mental sin conciencia sobre lo que realmente es, llegando a culpabilizar incluso a las personas que padecen depresión o cuadros de ansiedad clínicos como si fuera una cuestión de motivación o debilidades personales.
Muchos de estos contenidos transmiten el mensaje de que tener o no una enfermedad mental es una cuestión de voluntad. Es necesario promover una imagen más realista en la que las emociones sean parte legítima de la experiencia humana, construyendo mensajes que normalicen el malestar sin romantizarlo, y que valoren el proceso terapéutico por encima de soluciones mágicas.
Autenticidad y prácticas éticas
La salud no es una mercancía, un lujo o un capricho, sino una inversión en el bienestar propio para vivir una vida equilibrada, es la propia vida de las personas. Por eso es tan importante mantener el compromiso con una práctica responsable donde la ética profesional esté regulada por directrices que garanticen la seguridad del tratamiento.
Para profesionales y creadores de contenido, una práctica ética comienza por actualizarse y estar a la altura del rigor científico, ser responsables en sus mensajes y en la imagen que visibilizan sobre cuestiones de salud mental para que sean tratadas con el respeto que merecen, atendiendo a la complejidad de la experiencia humana sin reducirla a etiquetas y algoritmos.
Rol y responsabilidad profesional

Dentro de todo este contexto, los profesionales en salud mental tenemos un papel clave, no solo como terapeutas, sino como pilares con la tarea de hacer más accesible el bienestar emocional y su propia comprensión. Esto estrablece una profunda responsabilidad: evitar el paternalismo, trabajar desde la evidencia y la empatía, promover la autonomía de las personas y no su dependencia.
Además de sus títulos, una de las señales que te ayudan a diferenciar un profesional de la salud mental de una persona de negocios que solo busca engancharte y venderte un producto o un servicio, es su ejercicio de la profesión. En lugar de presentarse como alguien que conoce toda la verdad, se posiciona como acompañante del proceso de cada persona, reconociendo las múltiples dimensiones culturales, económicas y sociales que influyen en la salud mental.
Proyecto Kintsugi cuenta con un equipo disponible para favorecer un entorno en el cual recibir asesoramiento, ayuda o apoyo en momentos difíciles. Creamos un espacio seguro donde tú decides cuándo, cómo y dónde.
María Gálvez
Psicóloga general sanitaria
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